martes, 30 de octubre de 2007

Cambio horario con pocas luces

Tenía este texto archivado como borrador desde el jueves 25 de octubre. Al final no lo publiqué porque creía que mi argumentación sobre el escaso ahorro que proporciona el cambio horario cojeaba. Sí, cuando acabé de escribirlo, pensé: "Bueno, al fin y al cabo las empresas tienen las luces encendidas ya sea de día o de noche, por lo que la diferencia de ahorro está en las casas". Y ahí se quedó el escrito, en ese limbo de borradores autoadministrado por Blogger. Hoy leo en la prensa que mis argumentos no andaban tan a oscuras: el ahorro que se obtiene con el cambio de hora ronda sólo el 0,5% del consumo energético. Me cito, pues, a mí mismo hace cinco días y rescato mi texto del limbo:

Dicen que con el cambio horario se ahorra consumo energético. ¿Pero sirve de algo atrasar los relojes una hora, si muchas oficinas permanecen abiertas más allá de las seis o las siete de la tarde? A finales de 2005, la recién creada Comisión Nacional de Horarios anunciaba que iniciaría una campaña de "señalar con el dedo" (sic) a las empresas que permanecieran abiertas "más allá de una hora razonable". Empezaba a estar de moda hablar de conciliación en serio y pocas instituciones, públicas o privadas, querían perder baza.

Hoy día, es cierto que cada vez más empresas permiten reducir a una hora el horario de comida y, por tanto, adelantar el horario de salida. Pero en muchas otras empresas y organizaciones (hasta en las más impensables dados sus pretendidos principios conciliadores) la terrible secuencia 9-a-2-y-4-a-7 (sólo empeorable por la que termina 5-a-8) se sigue dando en lo que a horarios se refiere. Mientras, la comisión de horarios, que bien puede añadir a su argumento de conciliación el del ahorro energético, parece desaparecida en combate.

Es sencillo de ver. Finales de octubre. Siete de la mañana, el país aún a oscuras. Los españolitos encendemos la luz de la cocina y la del baño. Entre café de microondas y primera ducha, media hora. Con el horario de invierno, esas actividades ya se harán a plena luz. Sin embargo, a las 17:30 horas, ya estamos todos casi en tinieblas. ¿Cuándo se consume más electricidad: durante los 20 minutos que tardamos en desayunar a las siete de la mañana o durante la última hora y media del horario de oficina en pleno horario de invierno, con las luces, ordenadores y climatizadores a toda máquina?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto que en muchas ocasiones, las desventajas de este tipo de medidas obligan a generar el debate y la controversia. Además, no debemos olvidar las alteraciones físicas y psíquicas. Incluso en la salud de los más frágiles como ancianos y niños.

También los ecologistas están divididos en cuanto a los beneficios de este doble horario. Hay quien incluso lo tacha de antinatural. Sin duda, es un tema polémico y que no dejará satisfechos a todos. Países como Francia han querido desmarcarse de esta política de ahorro energético tan comprometida y deberían llevar a otros estados a plantearse dudas perfectamente razonables.

El principal motivo de esta modificación europea de los horarios en marzo y octubre responde a la necesidad de recortar al máximo el desajuste con el cambio de estación en el consumo lumínico y térmico pero no es este el único argumento. La seguridad vial también es uno de los motivos esgrimidos por quienes apoyan este tipo de medidas.

Pero creo que hay un razonamiento de peso que es el factor psicológico. Es muy difícil tanto en invierno como en verano adaptar la mente a una nueva realidad. Sobre todo si esta realidad trastoca tu vida radicalmente de la noche a la mañana. Deprimente es en invierno apreciar una reducción drástica de las horas de luz. También lo es en verano acostumbrarse a menos horas de sueño. Un proceso de adaptación que siempre es costoso y en especial para aquellos a los que no nos gusta madrugar.

En resumen, ante tal debate inacabable que tiende a expandirse hasta allí donde las cifras macroeconómicas sólo son capaces de llegar, propongo unas medidas que aliviarían de raíz el problema. A saber:

- Quememos las empresas. No tiene consecuencias en el cambio de horario pero alegra la vida.

- Quememos a los políticos. Así no pensarán medidas absurdas como estas.

- Quememos los relojes. Al fin y al cabo son los causantes de los horarios.

- No quememos al rey. Esto ya ha pasado de moda. Y propongámosle instaurar el HORARIO REAL. Nos acostamos tarde, nos levantamos más tarde aún y la luz que la pague otro.

Buenas noches.

Miguel Ángel Raya Saavedra dijo...

Sólo deseo hacer un pequeño apunte sobre un punto que creo muy importante, es el que hace referencia a lo anacrónicas que son alguna empresas en cuanto a sus horarios. Creo recordar, y si estoy equivocado por favor no dudéis en iluminarme, que el motivo de que el horario de trabajo sea partido en este país es debido a que hace años la gente tenía dos trabajos, uno de mañana y otro de tarde. También creo recordar que a principios del siglo XX no existían las vacaciones ni los fines de semana...y parece que el tiempo vuelve atrás, nuestros políticos nos cambian la hora "por nuestro bien" (como la Iglesia) y luego nos hace trabajar en absurdos horarios partidos, cada vez más empresas abren los fines de semana (ya no es noticia que los comercios trabajen domingos y festivos) y como que en este País nuestro el despido es libre, mucha gente se queda sin vacaciones, les despiden y les vuelven a contratar al mes siguiente, por lo que si quieren cobrar, deben trabajar en "sus" vacaciones.
Tal vez nuestra lucha pase por intentar no dejarnos tratar como ganado...
Abrazos y gracias por las interesantes reflexiones.