miércoles, 9 de junio de 2010

Manual del empresario terrorista

Con este breve compendio, usted podrá seguir siendo un perfecto inútil a la hora de gestionar y administrar los recursos de la empresa, pero todo el mundo tendrá claro a quién debe obedecer. En este país sobran vagos e inútiles, pero faltan líderes como usted. He aquí algunas claves para afianzar su liderazgo:

1. El terrorista vive del miedo ajeno. Los bancos han hecho la mitad del trabajo por usted, atando a sus empleados con la hipotecas. Como empresario, usted sólo tiene que administrar convenientemente las amenazas de despido. El terror a no poder pagar las hipotecas mantendrá a sus empleados como ovejas en un redil.

2. No negocie nunca aumentos salariales. Ante una nueva contratación, pida a su empleado un justificante del pago de la hipoteca y ofrézcale exactamente esa misma cantidad como salario. Así quedará claro desde el principio de quién depende el pago de la cuota al banco. Para que su empleado no le sorprenda con la estúpida pregunta "¿y entonces de qué como?", ofrézcale cheques restaurante por un valor no superior a los 7,80 euros/día. Así usted quedará exento de declararlos a Hacienda y aportará a su empleado los nutrientes básicos para que rinda todas las horas que haga falta.

3. A veces, los empleados se le subirán a las barbas reclamando derechos, mejoras y otras gilipolleces. Coja a unos cuantos empleados y ejecútelos públicamente con cartas de despido. El ejemplo cundirá y el personal revoltoso se tornará manso de inmediato.

4. Usted, empresario, tiene por ley el derecho de que todo empleado acate sus órdenes, aunque éstas vayan contra las normas. Si el empleado, en un claro abuso de su condición, va y encima le denuncia, despídalo. Con un poco de suerte, tras la próxima reforma laboral, las indemnizaciones por despido las subvencionaremos entre todos.

5. Si en su empresa existe una resistencia organizada en forma de sindicatos, no se preocupe. Recuerde siempre que el miedo es su mejor amigo; eche a los sindicalistas la culpa de que, con tanto convenio y norma, la empresa no progrese y por tanto tenga que despedir a decenas de compañeros. Para ser más convincente, añada siempre: "¿Y quién sabe si no tendremos que cerrar?". El empleado acabará venerándolo a usted como salvador y renegando de los molestos delegados sindicales.