lunes, 5 de mayo de 2008

A dos revoluciones

Veo que el número de visitas de este blog ha alcanzado justamente hoy la cifra de 1789, año revolucionario por excelencia. Y justamente hoy, después de ojear (que no hojear, porque cada vez se echan menos vistazos sobre el papel) algunos artículos y cartas sobre jornadas reivindicativas (1 de mayo) y revolucionarias (el día siguiente, para fortuna de los madrileños, que gozan de perpetuo derecho de pontazgo en este sentido), planteo dos pequeñas reflexiones.

Seré breve. Primero de mayo. Manifestación y foto conjunta de las dos grandes confederaciones sindicales, cada vez más parecidas en su logotipo y en otras cosas -CGT también se manifiesta, pero sufre el síndrome Llamazares y no sale en la tele-. Hablan de trabajo digno, igualdad, salarios, conciliación y todo eso. No estaría de más que las mismas hachas de guerra que muestran hacia los empresarios cortaran alguna cabellera de puertas para adentro de los sindicatos, donde tanto la vieja guardia como mucho nuevo adulador de la misma impiden en bastantes ocasiones que esos mismos términos sean en realidad para los asalariados de las confederaciones sindicales.

A otra cosa. Dos de mayo. Esta reflexión la aporta una carta de Carmen B. Fernández, lectora barcelonesa de El País que, con bastante tino histórico, nos recuerda que la particular guerra que España inició contra las Galias allá por 1808 tuvo episodios importantes en Cataluña y sin embargo parece que desde aquí no se quieran recordar demasiado, no vaya a ser que alguien piense que Cataluña hizo piña con Madrid en algún momento. Un punto de vista atrevido y que para algunos puede ser pura demagogia, pero lo cierto es que, como dice Carmen, por aquí al timbaler del Bruc apenas se le rinden homenajes desde las instituciones. Leed aquí la carta completa y sacad vuestras propias conclusiones. Al fin y al cabo se trata de reflexionar.

1 comentario:

Carles Català dijo...

Ah, pero si todavía hay gente que se cree el cuento ese del timbaler del Bruc, o de la Agustina de Aragón, o de que el pueblo madrileño se levantó en armas contra el invasor gabacho, jaja, o de paso la historia de Jack el Destripador (o los Milli Vanilli, que buenos eran, porqué no).

Más allá de la pasta gansa que se sacan los escritores mediáticos (y en este tema mi más sincera enhorabuena al listo de Perez Reverte, que ha fabulado una bonita historia pseudo patriótica y se hace de oro vendiendo en las ferias de libros), todo ese cuento del 2 de mayo es un cuento chino que solo se pueden creer los parvulitos o los seguidores de Inestrillas. España, mentira mediática donde las haya, es patria de holgazanes, egoístas y terratenientes adocenados que se venden al mejor postor. Como tantas otras naciones ficticias creadas a sangre y fuego, tu dirás. Correcto, pero en otros lados se abstienen de venderte la moto.
Se trataba de elegir entre Napoleón y sus secuaces o la camarilla de Fernando VII, mucho más fiable a la hora de pillar prebendas (pillar cacho, como se dice hoy en día), no vaya a ser que los franceses tengan ganas de hacer las cosas bien, Dios nos libre, y de paso convertir este pedazo de mugre en un país organizado, Dios nos libre por segunda vez. De ahí la revuelta. Punto y final, no tiene otra.