domingo, 13 de enero de 2008

El engaño de los precios

"'Oferta del día: pimientos 0,99 euros/kg". Me los cobraron a 1,29 euros/kg. Se ve que el cartel correspondía a otros que estaban dos metros más allá. Si pone "pimientos" encima de unos pimientos, lo lógico es que sean esos, ¿no? ¿O se trata de una gincana? Lo mismo pasó con unos plátanos dos días después. Eso es, simplemente, engañar". Así de claro se expresa la lectora Mireya Mateu en El Periódico. Su carta habla de cómo en multitud de espacios comerciales nos intentan atraer con carteles de precios que luego no se corresponden con lo que nos cobran por el producto.

Los pretendidos expertos en marketing que emplean estas estúpidas e infantiles técnicas ignoran sistemáticamente la sensación de estafa que producen en el comprador. Claro, que el marketing entiende de números, de estadísticas, no de personas ni de clientes. Si de 1000 compradores "pican" 550, otros 300 ignoran la supuesta oferta y sólo 150 (soy optimista) protestan, entonces el éxito es total.

La empresa en la que trabajo vende productos por catálogo y, si bien el precio se corresponde con la tarifa impresa, recurre a los precios-reclamo engañosos. Ejemplo: junto a una silla de oficina aparece un gigantesco "Desde 59 euros". Luego resulta que lo que cuesta 59 euros es el modelo más básico del producto y, encima, el precio anunciado sólo se aplica comprando 3 ó 5 unidades. ¿Para qué crear una ilusión si, además, a la hora de hacer el pedido el cliente va a ver el precio real situado junto a la referencia del artículo?

Por mucho experto en marketing que defienda lo contrario con su vocabulario lleno de tecnicismos anglosajones, siempre pensaré que el cliente experimenta en todos estos casos la sensación de que lo están intentando engañar y continuará examinando los catálogos y visitando las tiendas extremando las precauciones, "a ver por dónde me la intentan colar". Así no se fidelizan clientes, sólo se les espanta. Y ojo con las estadísticas, porque gracias a la rápida expansión de las informaciones a través de Internet, un cliente enfadado deja de ser una estadística insignificante y se puede convertir en la mosca cojonera de cualquier pretendido imperio comercial.

1 comentario:

Miguel Ángel Raya Saavedra dijo...

Los que me conocen saben bien el desprecio que tengo a la estadística en general. Sólo apuntaré un pequeño dato:
Según la estadística, yo tengo más piernas que la media de la población mundial, así que soy un ser afortunado.