sábado, 12 de enero de 2008

Las descargas de Sarkozy

Continúa la polémica sobre si debe implantarse algún tipo de legislación de ámbito europeo para regular las descargas de Internet. El presidente francés Sarkozy es el nuevo abanderado de esta regulación, pues está dispuesto a obligar por ley a las operadoras de telefonía y servicios ADSL a que actúen contra los usuarios que compartan música y películas en la red.

No es casual el interés de este pequeño Napoleón por salvaguardar la tarta de derechos de la que picotean durante años los artistas y -sobre todo- las discográficas, habida cuenta de que su última compañía de turismo y cama es Carla Bruni, activista anti descargas, ex modelo y cantautora que publicó su único disco allá por 2002.

En España, Eduardo Bautista, presidente de la SGAE, y su corrillo de vividores a costa del trabajo de otros han conseguido oficializar el impuesto revolucionario que, bajo el eufemismo de canon digital, vamos a pagar todos cada vez que compremos una bobina de CD o una llave USB, ya sea para guardar las canciones que bajamos de internet o las fotografías más o menos artísticas que hacemos con nuestras cámaras digitales -de las que Bautista y su camarilla van a cobrar los derechos-.

Hace tiempo que la SGAE presiona al Gobierno de Zapatero para que exista una regulación como la que Sarkozy piensa aprobar con urgencia. Tanto el Gobierno como las operadoras -que no quieren ni oír hablar del tema- saben que una legislación similar en España significaría una baja automática de cientos de miles de usuarios de Internet.

En los partidos de izquierda sigue habiendo división de opiniones, como la hubo en el asunto del canon. Hasta en Izquierda Unida, que son mucho de socializar, compartir y todo eso, no lo ven claro. El motivo sí que se ve claro: los partidos de izquierda no se pueden permitir ponerse en contra a los músicos, escritores y cineastas, mayoritariamente alineados con sus tesis políticas. El apoyo intelectual -del que la derecha adolece- a las formaciones de izquierda se vería mermado si el modelo socialista deja de garantizar los tributos a los artistas, por inactivos o acabados que estén los que más gritan -y menos cantan- en este sentido.

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