"Esta mujer, a la que Juan Pablo II se apresuró a buscarle un milagro tras su muerte para acelerar precipitadamente su camino hacia la santidad, era una integrista que consideraba el SIDA como “un castigo de dios por un comportamiento sexual inadecuado”. En vida se comportó como la papisa de una Orden multimillonaria que tiene en la India su escaparate de pobreza para obtener fondos, aunque ahora, en su muerte, su tránsito hacia la santidad puede ser incierto, tras la inoportuna publicación de sus dudas, más que dudas, sobre la existencia del dios que da de comer tan ricamente a sus hermanas en Cristo".
Manolo Saco, blog Saco sin fondo
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