"Resulta sospechosa la animadversión y hostilidad con que determinadas voces (casi todas las que tienen suficiente poder y dinero para ser escuchadas) se manifiestan en contra de algunos de los nuevos mandatarios de América Latina, aquellos que, luchando contra corriente en sistemas políticos trucados, han alcanzado el poder a pesar de los muchos obstáculos colocados por los intereses económicos y sus adláteres. Casi todos ellos, con sus lacras y sus virtudes, son el resultado del despertar de los respectivos pueblos y su reacción ante las condiciones de miseria y abandono a los que les venían sometiendo los gobiernos anteriores, eso sí, llamados democráticos por el establishment de los países ricos, pero en el fondo marionetas de los dictámenes del Fondo Monetario Internacional. (...)
A la cabeza de los anatematizados se encuentra el presidente de Venezuela. Con motivo de la nueva Constitución que proyecta, ha surgido un aluvión de acusaciones. Por los comentarios daba la impresión de que pensaba abolir las elecciones y declararse presidente indefinido. Sin embargo, fijándose en la letra pequeña, la realidad era muy otra. Se trata tan solo de quitar la limitación que ahora existe de presentarse a la reelección más de una vez.
Las críticas vertidas desde España no dejan de tener su guasa, habida cuenta de que en nuestro país la jefatura del Estado no sólo tiene carácter vitalicio sino que no está vinculada a las urnas y se encuentra atribuida en exclusiva a una familia. “Derecho de bragueta”, que afirmó en el pasado un diputado y que tan mal sentó. Pero es que el mismo puesto de presidente del Gobierno carece de toda limitación en la reelección pudiéndose perpetuar en el poder si lo eligen los ciudadanos. Y qué decir de los presidentes de las Comunidades Autónomas, cuando la mayoría de ellos termina dejando el cargo por vejez o por aburrimiento".
Juan Francisco Martín Seco
Estrella Digital
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