"Durante el franquismo, a los ingenuos y rurales ciudadanos se les engañaba con el timo de la estampita, ese que tan bien recreó Tony Leblanc en Los tramposos. Aprovechando la aleación de codicia y estulticia, esencia del ser humano, los pillos no tenían problemas en arrancar pequeños botines en la España de la supervivencia. Hoy en día, miras la tele y te das cuenta de que esa vieja práctica se ha sofisticado e institucionalizado. Timar en la tele es legal. A excepción de las públicas, que por ahora se cortan, la madrugada acoge un sinfín de concursos sacacuartos, con preguntas aptas para encefalograma plano que curiosamente nadie acierta".
Artículo de Nacho Para, en El Periódico
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