"Agosto. Estamos en Francia. En una calle peatonal, entre el murmullo a medio tono de los viandantes sobresale el chillido estridente de un niño que va de la mano de su madre. Ese crío, o es español o acaba de pasarle alguna calamidad, nos decimos. Era español. Poco más tarde, por la esquina de la catedral aparece un nutrido grupo de turistas dando voces. ¿Son españoles o es que están regañando?, nos preguntamos. Eran españoles".
Enrique Chicote Serna, en El País
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