Despliegue periodístico a lo grande por las calles de Pamplona. Despliegue de cámaras en la calle por la que cada mañana desfilan los toros rodeados de mozos, aficionados y algún que otro borracho que mueve las piernas deprisa y hasta parece que corre. Conexiones en directo, imágenes desde cualquier ángulo imaginable (en esto último ha hecho mucho hincapié la cadena Cuatro). Y grandes dosis de maquillaje: para ser políticamente correctos -que puede haber niños mirando- retransmitimos el desfile de los reos a las ocho de la mañana y luego por la tarde pasamos de puntillas por la pletórica salida del público tras la ejecución del animal en la plaza. De lo que pasa entre medias, quedémonos sólo con la sangría, el concurso de lanzamiento de huesos de aceituna y demás actos populares que nos hagan olvidarnos de que por la tarde se volverán a torturar y matar a varios animales en una plaza.
Mirando los informativos de las televisiones generalistas, San Fermín es tensión en el encierro, fiesta, alegría, desenfreno, pero no parece una fiesta en la que uno de los ingredientes es la salvaje tortura y muerte de unos animales cada tarde. En esta fiesta que se nos vende desde los medios como una sana carrera seguida de un carnaval callejero regado de sangría, nos intentan colar una máscara, propia de la doble moral que impera en este país. Pues la máscara colará, pero la venda en los ojos, no.
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