Resulta que va Francisco Galindo, presidente de la Fundación Autor, y suelta que sería mejor utilizar el término "función social de la música" en vez del de "canon digital". Hombre, también prefería Don Corleone hablar de "ofertas imposibles de rechazar" para referirse al lucrativo negocio que le ocupaba.
El canon digital es una especie de impuesto revolucionario pensado para los que, en la era de la impresión láser, quieren seguir haciendo negocio con su multicopista de manivela. Recuerdo haber leído en un foro de nuevas tecnologías el comentario de un usuario que relataba una experiencia muy corleonesca. Decía formar parte de un grupo de música independiente y se lamentaba de que, cada vez que contactaban con una fábrica para imprimir sus CD-maquetas en serie y de forma profesional, la respuesta siempre era la misma: "Si no tenéis el registro en la SGAE, no os podemos hacer el trabajo". Ah, a esta escena sólo le falta la aparición de Bautista -el capo de la SGAE- saliendo de un despacho de la fábrica de impresión de CD y dirigiéndose con voz ronca al músico independiente: "La familia siempre cuida de ti. ¿Y así se lo pagas?".
Si lo de las fábricas de impresión es la tendencia habitual, estaríamos ante un sistema feudal y consentido por la Administración. Sí, feudal, porque en aquellos tiempos medievales del derecho de pernada, moler el trigo en un molino que no fuera el del señor también se pagaba muy caro.
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