En los periódicos se publican a diario decenas de cartas aparentemente normales, que hablan de temas más que trillados. Sin embargo, la firma, identidad o hazaña que acompaña a veces al remitente hacen que los escritos adquieran otra dimensión, en este caso, sarcástica hasta las últimas consecuencias. Por favor, leedlo hasta la firma.
El último adiós
Cada vez se entierra menos tradicionalmente. Las nuevas propuestas y tecnologías son la incineración del cadáver. Al parecer, los terrenos son muy caros y se precisan para hacer pisos. Con lo que te morirás con la hipoteca de 30 m2, donde cabrían unos cuantos cadáveres. Podéis reír. La cremación tampoco resulta una ganga, aunque te obsequien con una urna muy mona enfundada en bolsa de diseño y certificado de la calidad de la combustión. Eso sí, biodegradable, para que allá donde tiren las cenizas, o toda la urna, se autodestruyan rápidamente. En los trámites del entierro, se obsequia con unos libros para preparar a los familiares en tan doloroso trance, uno de ellos es Qué hacer delante de la defunción, el otro Estás en mi corazón. Un espacio en el duelo, donde te hacen un hermoso recorrido de las cuatro estaciones de la vida natural y de los tres estados del finado: nacer, vivir y morir, aunque ya estés disecándote como una momia y no te enteres de nada. Al incinerar al fallecido ya no es necesario el acompañamiento, el trámite del ruido ensordecedor en los pasillos de las salas del velatorio acaba con las manifestaciones de despedida en el responso. Aquí acaba todo, familia, amigos y queridos todos. Este es mi escrito póstumo, como una herencia que deseo transmitir a mis familiares y amigos.
Abraham Méndez
Récord Guinness de publicación de cartas
Sant Joan Despí
Publicado en El Periódico
viernes, 22 de febrero de 2008
martes, 12 de febrero de 2008
Sarcasmo infernal
De nuevo el Papa actual afirma que el infierno existe, que es un lugar físico y que además está lleno (!). Pienso yo que a los que lleguen cuando ya no quede sitio, quizá "los atiendan" en los pasillos, como en la Seguridad Social de doña Esperanza.
Antonio Guerrero Martínez, en El País
Antonio Guerrero Martínez, en El País
miércoles, 6 de febrero de 2008
El canon de Don Corleone
Resulta que va Francisco Galindo, presidente de la Fundación Autor, y suelta que sería mejor utilizar el término "función social de la música" en vez del de "canon digital". Hombre, también prefería Don Corleone hablar de "ofertas imposibles de rechazar" para referirse al lucrativo negocio que le ocupaba.
El canon digital es una especie de impuesto revolucionario pensado para los que, en la era de la impresión láser, quieren seguir haciendo negocio con su multicopista de manivela. Recuerdo haber leído en un foro de nuevas tecnologías el comentario de un usuario que relataba una experiencia muy corleonesca. Decía formar parte de un grupo de música independiente y se lamentaba de que, cada vez que contactaban con una fábrica para imprimir sus CD-maquetas en serie y de forma profesional, la respuesta siempre era la misma: "Si no tenéis el registro en la SGAE, no os podemos hacer el trabajo". Ah, a esta escena sólo le falta la aparición de Bautista -el capo de la SGAE- saliendo de un despacho de la fábrica de impresión de CD y dirigiéndose con voz ronca al músico independiente: "La familia siempre cuida de ti. ¿Y así se lo pagas?".
Si lo de las fábricas de impresión es la tendencia habitual, estaríamos ante un sistema feudal y consentido por la Administración. Sí, feudal, porque en aquellos tiempos medievales del derecho de pernada, moler el trigo en un molino que no fuera el del señor también se pagaba muy caro.
El canon digital es una especie de impuesto revolucionario pensado para los que, en la era de la impresión láser, quieren seguir haciendo negocio con su multicopista de manivela. Recuerdo haber leído en un foro de nuevas tecnologías el comentario de un usuario que relataba una experiencia muy corleonesca. Decía formar parte de un grupo de música independiente y se lamentaba de que, cada vez que contactaban con una fábrica para imprimir sus CD-maquetas en serie y de forma profesional, la respuesta siempre era la misma: "Si no tenéis el registro en la SGAE, no os podemos hacer el trabajo". Ah, a esta escena sólo le falta la aparición de Bautista -el capo de la SGAE- saliendo de un despacho de la fábrica de impresión de CD y dirigiéndose con voz ronca al músico independiente: "La familia siempre cuida de ti. ¿Y así se lo pagas?".
Si lo de las fábricas de impresión es la tendencia habitual, estaríamos ante un sistema feudal y consentido por la Administración. Sí, feudal, porque en aquellos tiempos medievales del derecho de pernada, moler el trigo en un molino que no fuera el del señor también se pagaba muy caro.
viernes, 1 de febrero de 2008
Educación para la sintonía
Hace unos meses sintonicé Espóiler, blog del periodista argentino Hernán Casciari sobre el mundo de la televisión. Se centra sobre todo en las series de ficción, pero es también es impecable e implacable a la hora de arremeter contra las políticas de programación de las cadenas y contra las medidas de supuesta mejora de la televisión que van pariendo los sucesivos gobiernos.
Uno de los artículos más recientes plantea una teoría revolucionaria -y a mi juicio acertadísima- sobre la educación para ver televisión. Sus argumentos dejan a la altura del betún todos los intentos de gobiernos, comités de sabios, consejos audiovisuales y las cunas que los arrullaron por "garantizar un respeto a la audiencia". Ahí van dos párrafos como muestra, pero es imprescindible leer el artículo completo:
"Ni uno de esos muchachos inteligentísimos le ha grabado a su madre un DVD con buena televisión. Ni uno de estos genios con buen gusto ha escrito un tutorial sobre divx para el ama de casa. Ni un periódico culto, de esos que los sábados descubre en su suplemento cultural que la tele es asquerosa, se digna el sábado siguiente a explicarle a su lector cómo se sintoniza la buena, la que sí vale".
"El mayor error cultural de los gobiernos españoles (de derecha y de izquierda) es que siguen creyendo que la gente grande, sabia siempre, tiene que educar a la gente joven, descarriada siempre. Y es justamente al revés".
Uno de los artículos más recientes plantea una teoría revolucionaria -y a mi juicio acertadísima- sobre la educación para ver televisión. Sus argumentos dejan a la altura del betún todos los intentos de gobiernos, comités de sabios, consejos audiovisuales y las cunas que los arrullaron por "garantizar un respeto a la audiencia". Ahí van dos párrafos como muestra, pero es imprescindible leer el artículo completo:
"Ni uno de esos muchachos inteligentísimos le ha grabado a su madre un DVD con buena televisión. Ni uno de estos genios con buen gusto ha escrito un tutorial sobre divx para el ama de casa. Ni un periódico culto, de esos que los sábados descubre en su suplemento cultural que la tele es asquerosa, se digna el sábado siguiente a explicarle a su lector cómo se sintoniza la buena, la que sí vale".
"El mayor error cultural de los gobiernos españoles (de derecha y de izquierda) es que siguen creyendo que la gente grande, sabia siempre, tiene que educar a la gente joven, descarriada siempre. Y es justamente al revés".
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