Sacar 15.000 personas a la calle sin que algún equipo de fútbol haya ganado nada o sin que algún friqui de Gran Hermano necesite salvarse de una nominación es un gran mérito y una medicina necesaria en un país de masas serviles y aborregadas. Pero las primeras críticas al movimiento popular "Democracia real YA" hablan de la falta de objetivos concretos. No andan errados. Una declaración de principios es un buen comienzo, pero el enemigo a abatir es colosal, está instaurado desde hace décadas y cada vez más reforzado por quienes ostentan el poder legítimo. A un enemigo de estas características, como es el poder financiero salvaje y su intromisión en la política, solo se le puede plantar cara venciéndole en pequeñas batallas.
Si la gran corporación o empresa vive en gran parte de su imagen pública, hay que emprender acciones concretas destinadas a degradarla. Ejemplo: si los empleados de Zara hacen un promedio de 10 horas extras no pagadas a la semana, habrá que concentrar a esos miles de personas frente a las tiendas Zara más conocidas hasta conseguir que su actitud con los empleados cambie notablemente. Si queremos atacar los aberrantes turnos laborales partidos (9-14 y 17-20) habrá que seleccionar empresas con luces encendidas a partir de las 18h y concentrar a los manifestantes frente a ellas. La guerra se debe plantear como un efecto dominó. Es imposible derribar todas las fichas mirando el tablero desde arriba, pero pueden empezar a caer si localizamos la última y la empujamos con la fuerza necesaria.
La misma capacidad organizativa que se ha demostrado a través de las redes sociales debe servir ahora para localizar objetivos concretos, igual que en una guerra se localizan y derriban primero las antenas de comunicaciones, luego las centrales de suministro energético, luego las carreteras, etc.
Una estrategia planteada en forma de cadena inteligente de ataques y acciones contra la imagen pública de grandes corporaciones puede llegar a impactar de forma dolorosa sobre ellas. En cambio, el impacto desde una plaza céntrica puede llegar a ser reiterativo, cansino, difuso y, por tanto, ineficaz a la larga.
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