Hasta los medios que se precian de ser el referente de la información en lengua española se permiten el dudoso lujo de elevar a categoría de noticia anécdotas estúpidas de personajes cuya relevancia lleva demasiado tiempo magnificada.
El rapapolvo que el director de cine David Trueba le pega a El País es tan genialmente mordaz, satírico e incontestable que merecía más que una carta al director. "Nos deja por los suelos, mejor no publicarla", dirían algunos en el consejo de redacción. "Es que hemos hecho tanto el ridículo que hasta David Trueba nos escribe para refregárnoslo", dirían otros. Al final, opción intermedia: se publica, pero camuflado entre el resto de cartas al director.
Os adelanto una parte de los irónicos sablazos de Trueba hacia El País y os aconsejo encarecidamente que leáis la carta al completo:
"Se le dedicaba una columna nada menos que a la apasionante noticia de que el príncipe Felipe se había aburrido en el cine durante la proyección de la película Deseo, peligro, de Ang Lee. La noticia, de una relevancia mayúscula, se amparaba en la versión de un testigo presencial, que sentado en una butaca próxima le había escuchado a don Felipe la siguiente frase durante la proyección: "Vaya rollo, ¿no?". El suceso merecía un destacado, quizá la portada del periódico hubiera sido más pertinente".
viernes, 25 de enero de 2008
domingo, 20 de enero de 2008
Titular envenenado
Titular publicado en El Periódico:
¿Cuál es la primera interpretación? Llamadme "peliculero", pero lo primero que pensé es que un individuo de una banda rival (en Madrid son frecuentes los ajustes de cuentas entre bandas latinas) ha aprovechado el ingreso del joven en el hospital, se ha hecho pasar por un familiar para visitarle y, tras montar el silenciador en su arma, le ha disparado y le ha causado la muerte allí mismo, sobre la cama de la habitación del hospital.
Podéis leer el desenlace de la noticia aquí.
Si es por causar impacto, el titular es un atentado contra el periodismo. Si es un descuido, hay que recordarle al redactor del diario o de la agencia que los dobles sentidos son enemigos a la hora de informar sobre unos hechos concretos, por lo que hay que leerse el texto al menos dos veces después de redactarlo.
Muere un joven colombiano de un disparo en la cabeza tras ser ingresado en un hospital de Madrid
Podéis leer el desenlace de la noticia aquí.
Si es por causar impacto, el titular es un atentado contra el periodismo. Si es un descuido, hay que recordarle al redactor del diario o de la agencia que los dobles sentidos son enemigos a la hora de informar sobre unos hechos concretos, por lo que hay que leerse el texto al menos dos veces después de redactarlo.
miércoles, 16 de enero de 2008
Foto con intención
Siento sana envidia cuando me encuentro ante malabarismos de titular + fotografía como éste. Me recuerda que, por mucha tecnología digital, óptica o nanotelescópica que se aplique a las cámaras, sólo el buen fotógrafo seguirá siendo capaz de comunicar con su máquina.
Rajoy escoge la derecha
Extraído de Escolar.net
domingo, 13 de enero de 2008
El engaño de los precios
"'Oferta del día: pimientos 0,99 euros/kg". Me los cobraron a 1,29 euros/kg. Se ve que el cartel correspondía a otros que estaban dos metros más allá. Si pone "pimientos" encima de unos pimientos, lo lógico es que sean esos, ¿no? ¿O se trata de una gincana? Lo mismo pasó con unos plátanos dos días después. Eso es, simplemente, engañar". Así de claro se expresa la lectora Mireya Mateu en El Periódico. Su carta habla de cómo en multitud de espacios comerciales nos intentan atraer con carteles de precios que luego no se corresponden con lo que nos cobran por el producto.
Los pretendidos expertos en marketing que emplean estas estúpidas e infantiles técnicas ignoran sistemáticamente la sensación de estafa que producen en el comprador. Claro, que el marketing entiende de números, de estadísticas, no de personas ni de clientes. Si de 1000 compradores "pican" 550, otros 300 ignoran la supuesta oferta y sólo 150 (soy optimista) protestan, entonces el éxito es total.
La empresa en la que trabajo vende productos por catálogo y, si bien el precio se corresponde con la tarifa impresa, recurre a los precios-reclamo engañosos. Ejemplo: junto a una silla de oficina aparece un gigantesco "Desde 59 euros". Luego resulta que lo que cuesta 59 euros es el modelo más básico del producto y, encima, el precio anunciado sólo se aplica comprando 3 ó 5 unidades. ¿Para qué crear una ilusión si, además, a la hora de hacer el pedido el cliente va a ver el precio real situado junto a la referencia del artículo?
Por mucho experto en marketing que defienda lo contrario con su vocabulario lleno de tecnicismos anglosajones, siempre pensaré que el cliente experimenta en todos estos casos la sensación de que lo están intentando engañar y continuará examinando los catálogos y visitando las tiendas extremando las precauciones, "a ver por dónde me la intentan colar". Así no se fidelizan clientes, sólo se les espanta. Y ojo con las estadísticas, porque gracias a la rápida expansión de las informaciones a través de Internet, un cliente enfadado deja de ser una estadística insignificante y se puede convertir en la mosca cojonera de cualquier pretendido imperio comercial.
Los pretendidos expertos en marketing que emplean estas estúpidas e infantiles técnicas ignoran sistemáticamente la sensación de estafa que producen en el comprador. Claro, que el marketing entiende de números, de estadísticas, no de personas ni de clientes. Si de 1000 compradores "pican" 550, otros 300 ignoran la supuesta oferta y sólo 150 (soy optimista) protestan, entonces el éxito es total.
La empresa en la que trabajo vende productos por catálogo y, si bien el precio se corresponde con la tarifa impresa, recurre a los precios-reclamo engañosos. Ejemplo: junto a una silla de oficina aparece un gigantesco "Desde 59 euros". Luego resulta que lo que cuesta 59 euros es el modelo más básico del producto y, encima, el precio anunciado sólo se aplica comprando 3 ó 5 unidades. ¿Para qué crear una ilusión si, además, a la hora de hacer el pedido el cliente va a ver el precio real situado junto a la referencia del artículo?
Por mucho experto en marketing que defienda lo contrario con su vocabulario lleno de tecnicismos anglosajones, siempre pensaré que el cliente experimenta en todos estos casos la sensación de que lo están intentando engañar y continuará examinando los catálogos y visitando las tiendas extremando las precauciones, "a ver por dónde me la intentan colar". Así no se fidelizan clientes, sólo se les espanta. Y ojo con las estadísticas, porque gracias a la rápida expansión de las informaciones a través de Internet, un cliente enfadado deja de ser una estadística insignificante y se puede convertir en la mosca cojonera de cualquier pretendido imperio comercial.
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100% COSECHA PROPIA,
Columna del lector
sábado, 12 de enero de 2008
Las descargas de Sarkozy
Continúa la polémica sobre si debe implantarse algún tipo de legislación de ámbito europeo para regular las descargas de Internet. El presidente francés Sarkozy es el nuevo abanderado de esta regulación, pues está dispuesto a obligar por ley a las operadoras de telefonía y servicios ADSL a que actúen contra los usuarios que compartan música y películas en la red.
No es casual el interés de este pequeño Napoleón por salvaguardar la tarta de derechos de la que picotean durante años los artistas y -sobre todo- las discográficas, habida cuenta de que su última compañía de turismo y cama es Carla Bruni, activista anti descargas, ex modelo y cantautora que publicó su único disco allá por 2002.
En España, Eduardo Bautista, presidente de la SGAE, y su corrillo de vividores a costa del trabajo de otros han conseguido oficializar el impuesto revolucionario que, bajo el eufemismo de canon digital, vamos a pagar todos cada vez que compremos una bobina de CD o una llave USB, ya sea para guardar las canciones que bajamos de internet o las fotografías más o menos artísticas que hacemos con nuestras cámaras digitales -de las que Bautista y su camarilla van a cobrar los derechos-.
Hace tiempo que la SGAE presiona al Gobierno de Zapatero para que exista una regulación como la que Sarkozy piensa aprobar con urgencia. Tanto el Gobierno como las operadoras -que no quieren ni oír hablar del tema- saben que una legislación similar en España significaría una baja automática de cientos de miles de usuarios de Internet.
En los partidos de izquierda sigue habiendo división de opiniones, como la hubo en el asunto del canon. Hasta en Izquierda Unida, que son mucho de socializar, compartir y todo eso, no lo ven claro. El motivo sí que se ve claro: los partidos de izquierda no se pueden permitir ponerse en contra a los músicos, escritores y cineastas, mayoritariamente alineados con sus tesis políticas. El apoyo intelectual -del que la derecha adolece- a las formaciones de izquierda se vería mermado si el modelo socialista deja de garantizar los tributos a los artistas, por inactivos o acabados que estén los que más gritan -y menos cantan- en este sentido.
No es casual el interés de este pequeño Napoleón por salvaguardar la tarta de derechos de la que picotean durante años los artistas y -sobre todo- las discográficas, habida cuenta de que su última compañía de turismo y cama es Carla Bruni, activista anti descargas, ex modelo y cantautora que publicó su único disco allá por 2002.
En España, Eduardo Bautista, presidente de la SGAE, y su corrillo de vividores a costa del trabajo de otros han conseguido oficializar el impuesto revolucionario que, bajo el eufemismo de canon digital, vamos a pagar todos cada vez que compremos una bobina de CD o una llave USB, ya sea para guardar las canciones que bajamos de internet o las fotografías más o menos artísticas que hacemos con nuestras cámaras digitales -de las que Bautista y su camarilla van a cobrar los derechos-.
Hace tiempo que la SGAE presiona al Gobierno de Zapatero para que exista una regulación como la que Sarkozy piensa aprobar con urgencia. Tanto el Gobierno como las operadoras -que no quieren ni oír hablar del tema- saben que una legislación similar en España significaría una baja automática de cientos de miles de usuarios de Internet.
En los partidos de izquierda sigue habiendo división de opiniones, como la hubo en el asunto del canon. Hasta en Izquierda Unida, que son mucho de socializar, compartir y todo eso, no lo ven claro. El motivo sí que se ve claro: los partidos de izquierda no se pueden permitir ponerse en contra a los músicos, escritores y cineastas, mayoritariamente alineados con sus tesis políticas. El apoyo intelectual -del que la derecha adolece- a las formaciones de izquierda se vería mermado si el modelo socialista deja de garantizar los tributos a los artistas, por inactivos o acabados que estén los que más gritan -y menos cantan- en este sentido.
viernes, 11 de enero de 2008
La obsesión del camino rojo
Superadas las "contrariedades técnicas" que han mermado la periodicidad de escritos de este blog, me dispongo a dar cuenta de la perplejidad en la que me tiene sumido una situación banal, a la par que molesta, que se repite periódicamente. Sé que algunos de los lectores de este blog son profesionales de la psicología, por lo que les ruego que intenten encontrarle una explicación racional -si la hay- al hecho que narro a continuación.
Una de mis grandes aficiones es la bicicleta, y aunque ni mucho menos soy habilidoso en su manejo como para aventurarme por según qué vericuetos, rara vez me privo de una veintena larga de kilómetros cada sábado o domingo. Mi ruta habitual suele discurrir por los caminos agrícolas que todavía unen las poblaciones de El Prat y Castelldefels, en Barcelona. Me cruzo con otros ciclistas, personas haciendo footing y algún que otro tractor que en nigún caso suponen un obstáculo.
Sin embargo, cuando circulo por los escasos 400 metros de carril bici de la zona de Gavà-Mar, perfectamente pintados de rojo y bien diferenciados de la acera anexa de nueve metros de ancho, no hago más que encontrarme con peatones, parejas con carritos de bebé o señoras con carros de la compra. Da igual que tengan libre toda la acera y parte del cosmos. Ellos circulan por mi pequeña pista roja, como si ésta tuviera raíles o un mecanismo similar al de las cintas transportadoras que les hubiera de llevar más rápidamente a su destino. La experiencia se repitió hace poco en Vilanova, por una calle también dotada de un carril bici para cada sentido de la marcha.
No sé si existe algún tipo de patología inconsciente relacionada con el hecho de estar acostumbrados a que nos dirijan, a que nos marquen el camino constantemente, y por ello mucha gente interpreta esa pequeña porción de acera pintada de rojo y delimitada por dos líneas blancas como "la" dirección correcta. Van hacia la zona roja como atraídos por un imán. Me miran extrañados cuando oyen el roce de la pastilla de freno de mi rueda trasera. Miran al suelo antes de decidirse a abandonar su camino bermellón para dejar paso al vehículo que sí ha de circular por él. Aunque al final lo hacen, se apartan con pesar.
Es viernes y quizá desvarío. Pero mañana toca ruta ciclista y, por si acaso, voy a ajustar bien las correas de mi casco.
Una de mis grandes aficiones es la bicicleta, y aunque ni mucho menos soy habilidoso en su manejo como para aventurarme por según qué vericuetos, rara vez me privo de una veintena larga de kilómetros cada sábado o domingo. Mi ruta habitual suele discurrir por los caminos agrícolas que todavía unen las poblaciones de El Prat y Castelldefels, en Barcelona. Me cruzo con otros ciclistas, personas haciendo footing y algún que otro tractor que en nigún caso suponen un obstáculo.
Sin embargo, cuando circulo por los escasos 400 metros de carril bici de la zona de Gavà-Mar, perfectamente pintados de rojo y bien diferenciados de la acera anexa de nueve metros de ancho, no hago más que encontrarme con peatones, parejas con carritos de bebé o señoras con carros de la compra. Da igual que tengan libre toda la acera y parte del cosmos. Ellos circulan por mi pequeña pista roja, como si ésta tuviera raíles o un mecanismo similar al de las cintas transportadoras que les hubiera de llevar más rápidamente a su destino. La experiencia se repitió hace poco en Vilanova, por una calle también dotada de un carril bici para cada sentido de la marcha.
No sé si existe algún tipo de patología inconsciente relacionada con el hecho de estar acostumbrados a que nos dirijan, a que nos marquen el camino constantemente, y por ello mucha gente interpreta esa pequeña porción de acera pintada de rojo y delimitada por dos líneas blancas como "la" dirección correcta. Van hacia la zona roja como atraídos por un imán. Me miran extrañados cuando oyen el roce de la pastilla de freno de mi rueda trasera. Miran al suelo antes de decidirse a abandonar su camino bermellón para dejar paso al vehículo que sí ha de circular por él. Aunque al final lo hacen, se apartan con pesar.
Es viernes y quizá desvarío. Pero mañana toca ruta ciclista y, por si acaso, voy a ajustar bien las correas de mi casco.
martes, 8 de enero de 2008
Otra forma de riqueza
Después de un respiro, que en breve dejará de ser la nota habitual de este temporalmente abandonado espacio, vuelvo a la carga. Hoy reproduzco un elegante reproche que Mariana Urquijo, lectora de El País, le hace a la concepción mercantilista de la Navidad:
"Hoy, todos hemos asimilado un cierto Santa Claus que con zapatos o con calcetines llega algún día entre el 24 de diciembre y el 6 de enero, cada uno con una asimilación propia de sus entrecruzamientos migratorios y temporales. Todos, con un cierto olvido de sus tradicionales raíces y mucha asimilación del capital".
Podéis leer su carta entera aquí: http://www.elpais.com/articulo/opinion/Rica/Navidad/elpepuopi/20080108elpepiopi_10/Tes
"Hoy, todos hemos asimilado un cierto Santa Claus que con zapatos o con calcetines llega algún día entre el 24 de diciembre y el 6 de enero, cada uno con una asimilación propia de sus entrecruzamientos migratorios y temporales. Todos, con un cierto olvido de sus tradicionales raíces y mucha asimilación del capital".
Podéis leer su carta entera aquí: http://www.elpais.com/articulo/opinion/Rica/Navidad/elpepuopi/20080108elpepiopi_10/Tes
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